300, una película divina

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Me había prometido no volver a ir al cine desde Cars: en la sala en la que estuve el coche protagonista era rosa en lugar de rojo. Con 300 he incumplido esta promesa.

Ron Gilbert cuenta de maravilla lo que piensa sobre esta película:

Tiempo atrás, en los días de Lucasfilm Game(tm), solíamos juntarnos para debatir, soñar y filosofar sobre un futuro no demasiado lejano en el que los juegos se fusionasen con las películas para, por fin, tener la misma repercusión artística y popular. Estudiábamos tanto los logros como las técnicas de construcción narrativa. Observábamos el lenguaje visual que habían creado e intentábamos aprovechar cualquier lección que pudiésemos aprender. Creíamos que los juegos podían ser tan buenos como las películas. Con el tiempo.

Me alegra informaros de que esa convergencia ya ha tenido lugar. Pero no en el sentido que pensábamos.

300 es una película vacua repleta de malos diálogos e interpretaciones forzadas, cuya trama unidimensional apenas merece el apelativo de guión. El primer acto es prácticamente inexistente y se limita a llevarnos a una conclusión precipitada a través de una serie de sucesos ridículos. Los efectos especiales no son más que una masturbación técnica.

En resumen, 300 es la mejor película que he visto en lo que va de año. Hacía mucho que no lo pasaba tan bien en el cine. Me agrada ver que, por fin, Hollywood se está esforzando para crear películas más parecidas a los juegos.

Si vas a verla, prepárate para la carcajada conjunta que tiene lugar cuando Leónidas da la espalda a Jerjes, éste apoya sus manos sobre los hombros del espartano y le dice algo así como: “No es sólo mi ira lo que temen mis súbditos”.

300

Jerjes está divino. ¡Divino!